La pregunta por la esencia del cine fue formulada desde los comienzos mismos de esta revolución tecnológica que echó a andar por primera vez –según la historia oficial– un 28 de diciembre de 1895 en París.
Por una parte, el cine es hijo de las revoluciones científica e industrial que se irradiaron desde Europa al resto del mundo, con particular fuerza en el siglo XIX. Por eso, su desarrollo es inseparable
del crecimiento de las ciudades y de la conformación de grupos sociales necesitados de entretenimiento y evasión.
Al mismo tiempo, el cine hace parte de otra historia: la de la representación en Occidente, que según André Bazin1 tiene en el siglo XV una gran crisis cuando retoma, inspirándose en Grecia, el propósito de buscar una imitación más o menos completa del mundo exterior, gracias a la invención de la perspectiva. Esta última técnica era un sistema científico y mecánico que permitía al artista crear la ilusión de un espacio con tres dimensiones, donde los objetos se situarán como
en nuestra percepción directa de la realidad. Para Bazin, la fotografía y el cine son invenciones que satisfacen definitivamente la obsesión por el realismo y la imitación, y ese origen ha marcado su destino posterior. Aún hoy, buena parte de las producciones audiovisuales (amplios sectores del documental, los noticieros, las obras de ficción más apegadas a una aproximación realista) confían en la capacidad de registro de las imágenes, en su componente irrefutable de verdad.
Estas concepciones sobre el cine, la amplia que lo ubica en el mundo histórico y la restrictiva que lo devuelve a sus particularidades, antes que excluirse se complementan. Hoy se asume que el cine en particular y los medios audiovisuales en general, son un fenómeno plural que incluye las funciones
estéticas, comunicacionales y cognoscitivas propias de toda representación de la realidad, pero que además forman parte de un entorno industrial y económico que los determina.
Visto en esa pluralidad el cine se revela como un extraordinario instrumento capaz de expresar valores autónomos (función estética), transmitir información (función comunicacional), y modificar nuestra experiencia del mundo (función cognoscitiva).
Comienzos del cine
Gracias a su función comunicacional, el cine es un poderoso instrumento de información que cuenta a su favor con el carácter aparentemente irrebatible de la imagen. El hecho de que se crea –como se mencionó antes– que la imagen, y mucho más si es audiovisual, resulta una prueba de verdad, ha sufrido históricamente toda suerte de desmentidos. Esto no impide reconocer que gracias a las imágenes audiovisuales tenemos un nuevo conocimiento del mundo, un archivo colectivo de la humanidad.
Hoy es claro que las imágenes son manipulables y pueden ilustrar verdades sesgadas o interesadas. Aun así, la historia del cine, desde el punto de vista de sus funciones comunicacionales, hace parte del desarrollo de los medios de comunicación modernos, en paralelo con los periódicos, la radio y la televisión, o actualmente internet. Finalmente, sus funciones cognoscitivas permiten que el cine sea un privilegiado vehículo de conocimiento del mundo que nos rodea. Por el alto impacto emocional de las imágenes, potenciado por el montaje –como se verá más adelante–, el cine es capaz de afectar nuestras ideas, influir en los valores morales y cambiar el curso de nuestra experiencia de la realidad.
Por una parte, el cine es hijo de las revoluciones científica e industrial que se irradiaron desde Europa al resto del mundo, con particular fuerza en el siglo XIX. Por eso, su desarrollo es inseparable
del crecimiento de las ciudades y de la conformación de grupos sociales necesitados de entretenimiento y evasión.
Al mismo tiempo, el cine hace parte de otra historia: la de la representación en Occidente, que según André Bazin1 tiene en el siglo XV una gran crisis cuando retoma, inspirándose en Grecia, el propósito de buscar una imitación más o menos completa del mundo exterior, gracias a la invención de la perspectiva. Esta última técnica era un sistema científico y mecánico que permitía al artista crear la ilusión de un espacio con tres dimensiones, donde los objetos se situarán como
en nuestra percepción directa de la realidad. Para Bazin, la fotografía y el cine son invenciones que satisfacen definitivamente la obsesión por el realismo y la imitación, y ese origen ha marcado su destino posterior. Aún hoy, buena parte de las producciones audiovisuales (amplios sectores del documental, los noticieros, las obras de ficción más apegadas a una aproximación realista) confían en la capacidad de registro de las imágenes, en su componente irrefutable de verdad.
Estas concepciones sobre el cine, la amplia que lo ubica en el mundo histórico y la restrictiva que lo devuelve a sus particularidades, antes que excluirse se complementan. Hoy se asume que el cine en particular y los medios audiovisuales en general, son un fenómeno plural que incluye las funciones
estéticas, comunicacionales y cognoscitivas propias de toda representación de la realidad, pero que además forman parte de un entorno industrial y económico que los determina.
Visto en esa pluralidad el cine se revela como un extraordinario instrumento capaz de expresar valores autónomos (función estética), transmitir información (función comunicacional), y modificar nuestra experiencia del mundo (función cognoscitiva).
Comienzos del cine
Los hermanos August y Louis Lumière son oficialmente reconocidos como los padres del cine. Con su invento, el Cinematógrafo, se dedicaron a captar aspectos de la vida cotidiana, paisajes y personajes desde finales del siglo XIX. Sus trabajos, intuitivos y sin mayores pretensiones, sentaron las bases de una revolución que habría de cambiar los hábitos sociales de entretenimiento y a tener una profunda influencia en nuestra manera de conocer al otro y a los otros.
Por función estética entendemos la capacidad que ha tenido
el cine de desarrollar unos medios de expresión propios, que
si bien han incorporado técnicas y puntos de vista de disciplinas anteriores como la literatura (flashbacks, acciones
paralelas, descripciones de ambientes y personajes, profundidad psicológica en la construcción de personajes) o el teatro (las concepciones dramatúrgicas), se han revestido de un carácter nuevo por las posibilidades y limitaciones de la cámara y la gramática específica que se puede construir con sus planos. Desde este punto de vista, es posible seguir la evolución del cine a través de una historia particular que incluye la incorporación de elementos técnicos y de lenguaje: el sonido, el color, pero también, por ejemplo, las distintas concepciones del montaje o la puesta en escena, o las diversas formas narrativas.
el cine de desarrollar unos medios de expresión propios, que
si bien han incorporado técnicas y puntos de vista de disciplinas anteriores como la literatura (flashbacks, acciones
paralelas, descripciones de ambientes y personajes, profundidad psicológica en la construcción de personajes) o el teatro (las concepciones dramatúrgicas), se han revestido de un carácter nuevo por las posibilidades y limitaciones de la cámara y la gramática específica que se puede construir con sus planos. Desde este punto de vista, es posible seguir la evolución del cine a través de una historia particular que incluye la incorporación de elementos técnicos y de lenguaje: el sonido, el color, pero también, por ejemplo, las distintas concepciones del montaje o la puesta en escena, o las diversas formas narrativas.
Gracias a su función comunicacional, el cine es un poderoso instrumento de información que cuenta a su favor con el carácter aparentemente irrebatible de la imagen. El hecho de que se crea –como se mencionó antes– que la imagen, y mucho más si es audiovisual, resulta una prueba de verdad, ha sufrido históricamente toda suerte de desmentidos. Esto no impide reconocer que gracias a las imágenes audiovisuales tenemos un nuevo conocimiento del mundo, un archivo colectivo de la humanidad.
Hoy es claro que las imágenes son manipulables y pueden ilustrar verdades sesgadas o interesadas. Aun así, la historia del cine, desde el punto de vista de sus funciones comunicacionales, hace parte del desarrollo de los medios de comunicación modernos, en paralelo con los periódicos, la radio y la televisión, o actualmente internet. Finalmente, sus funciones cognoscitivas permiten que el cine sea un privilegiado vehículo de conocimiento del mundo que nos rodea. Por el alto impacto emocional de las imágenes, potenciado por el montaje –como se verá más adelante–, el cine es capaz de afectar nuestras ideas, influir en los valores morales y cambiar el curso de nuestra experiencia de la realidad.